De acuerdo con estadísticas del Censo Nacional Agropecuario (2014), el área total sembrada en Colombia era en ese entonces de 8,6 millones de hectáreas, de las cuales el 35,1% eran cultivos agroindustriales, el 22,3% tubérculos y plátanos y el 16% cereales.
De los cultivos agroindustriales, la palma, la caña de azúcar y el algodón, que suman 750.000 hectáreas, dependen, en algún grado, de la mecanización agrícola y las tecnologías de la agricultura de precisión. De los tubérculos, las cerca de 215.000 hectáreas de papa, también poseen alguna dependencia de la mecanización, aunque menos de las tecnologías de precisión.
Por otra parte, alrededor de las 1,3 millones de hectáreas de cereales (especialmente arroz) sí dependen de la mecanización en su mayoría, pero hay unas zonas no tecnificadas que poco o nada utilizan máquinas.
Aquí surge la pregunta, ¿qué tan importante es la mecanización en la agricultura? Y la respuesta es contundente: la mecanización incrementa rendimientos y reduce costos de producción. Para el caso del maíz amarillo en el año 2018 el tecnificado logró rendimientos promedio de 5,82 toneladas de hectárea, mientras en el tradicional los rendimientos apenas llegaron a dos toneladas (datos de la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales y Leguminosas – Fenalce-).
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La oferta de maquinaria, implementos, equipos y herramientas agrícolas, dotada de la más sofisticada tecnología y precisión es abundante y variada en el mercado, en favor de la modernización del sector agropecuario latinoamericano. Lo que aún hace falta son más operadores con mayor conocimiento y experiencia en su manejo.
Para el caso del maíz blanco -según Fenalce-, en el mismo año, los resultados fueron similares: el tecnificado tuvo rendimiento promedio de 5,86 toneladas por hectárea, mientras el 1,85 toneladas en promedio.
Esta gran diferencia en rendimientos de maíz (65% al 68%) se debe principalmente a la incorporación de la tecnología y la mecanización. Traduciendo esto a dinero (pesos colombianos) y asumiendo que el precio de maíz promedio es de $860.000 por tonelada y que la diferencia en promedio es 3,9 toneladas por hectárea mediante la mecanización.
Un maíz tecnificado, incluyendo riesgo, tiene un costo promedio de $5,2 millones por hectárea y produce cerca de 7,5 toneladas, a un costo de $693.000 por tonelada. El tecnificado sin riesgo tiene un costo de $4,5 millones por hectárea y produce alrededor de 5,86 toneladas lo que se traduce en un costo de $767.000 por tonelada. Por otra parte, con un costo de $2 millones por hectárea, en maíz tradicional, se producen dos toneladas por hectárea a un costo de un millón de pesos por tonelada (Fenalce).
Datos de la Federación Nacional de Arroceros -Fedearroz- señalan que en el año 2018, el arroz mecanizado tuvo un rendimiento promedio de 4,84 toneladas por hectáreas, mientras el manual apenas llegó a 1,8 toneladas. Esto significó un aumento en el rendimiento de cerca 63%, que al traducirlo a dinero y asumiendo un precio promedio por tonelada, de arroz paddy verde, de un millón de pesos, la diferencia es de $3 millones por hectárea.
Lo anterior es apenas una pequeña muestra de los beneficios de la mecanización agrícola y la implementación de tecnología. Infortunadamente, la problemática de la agricultura colombiana, al igual que algunos agricultores de la región latinoamericana, casi siempre se limita a aspectos de protección del cultivo,como el mejoramiento genético, la fisiología, la fitopatología, la entomología, el monitoreo y control de malezas o plagas y el manejo de suelos, entre otros aspectos agroeconómicos. Sin embargo, pocas veces se habla de la mecanización de los cultivos y la incorporación de tecnologías de punta, pues se da por descontado que de eso ya se sabe y lo conocen los operadores de los equipos, que generalmente han pasado de jornaleros a tractoristas, muchas veces sin ningún entrenamiento.
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Lo anterior se constituye en un muy grave error para el inversionista o productor agropecuario, pues no prevé que la participación de la mecanización y el uso de nuevas tecnologías influyen en los costos de producción de su cultivo, que según Fedearroz en casos como el arroz (sin arriendo), es de 34%, pero que al contarse con operadores entrenados y buena maquinaria ese costo de producción podría reducirse al 15%.
En el departamento del Tolima, en una finca tecnificada y eficiente, la participación de la maquinaria en los costos de producción de arroz es de 21%, mientras en algodón es de 40%, en maíz es de 23% y el heno de pangola es de 42%.
Lo anterior está demostrando la importancia de la mecanización de la agricultura, que cada día es más sofisticada, cuenta con equipos amigables y es fácilmente asequible, lo que está logrado que productores agropecuarios de otros países sean más eficientes y sostenibles y por lo tanto obtengan mejor rentabilidad. Según esta premisa, los agricultores, ganaderos y operarios de maquinaria o tecnologías nuevas necesariamente tienen que aprender y aplicar estrategias de mecanización, mediante el uso de tecnologías de agricultura de precisión que, aunque están disponibles en el mercado desde hace más de quince años para Colombia siguen siendo relativamente nuevas.
Estas herramientas de AG Tech, incluyen pilotos automáticos, monitores de rendimiento, mapas de georeferenciación y seguimiento de estandarización climática (regulación de temperaturas y uso de agua), control de plagas, comportamiento de los suelos, fertilización con tasas variables, etc.
Énfasis académico
Aquí surge la preocupación que Colombia no está preparada y las instituciones educativas (principalmente universidades) no están capacitando a los estudiantes para asumir estos retos de la mecanización con alto nivel tecnológico en el sector rural.
En términos generales, las facultades de agronomía e ingeniería agrícola destinan de dos o tres créditos para la mecanización agrícola y pocas veces tienen prácticas con las últimas tecnologías, tal vez, por el costo de poseer maquinaria para las prácticas respectivas. Finalmente, los estudiantes salen de las instituciones con títulos académicos, pero los limitados conocimientos para enfrentarse con experimentados operadores de equipos, que generalmente han adquirido conocimientos de forma empírica, que los lleva a la ineficiencia y el desaprovechamiento de la tecnología que incorporan los equipos de hoy.
Por: Luis Arango Nieto, Presidente de Fomenta
Tomado de: Agricultura de las Américas Edición N° 511